Utilizamos los términos ‘eubiosis’ y ‘disbiosis’ para referirnos a dos estados diferentes de la microbiota, en función de su diversidad y composición.
Denominamos estado de eubiosis cuando la microbiota intestinal, teóricamente “normal” y “equilibrada”, cumple presumiblemente todos los requisitos para que nos podamos beneficiar de sus efectos sobre la salud a nivel metabólico, inmunitario, neuronal y de barrera protectora, propios de un individuo sano.
Por el contrario, llamamos disbiosis al desequilibrio en la composición bacteriana de un nicho ecológico en comparación con el patrón considerado teóricamente “normal” y “equilibrado”, con desaparición transitoria o definitiva de alguno de los efectos beneficiosos para la salud.
En la disbiosis, la microbiota tiende a disminuir en diversidad, aunque no necesariamente en cantidad de microorganismos. La gravedad de este desequilibrio de la microbiota varía en función de la pérdida del alcance de la homeostasis intestinal. También dependerá de la causa que provoque la disbiosis, de la duración de esa alteración y del estado inmunitario del hospedador.
Los factores implicados en el establecimiento y desarrollo de la microbiota en la primera infancia que tienen un importante impacto a medio y largo plazo en la salud de la población son analizados en un excelente tema de revisión realizado por el Prof. Abelardo Margolles en este mismo blog. Sin embargo, hay otros factores involucrados en el adulto (consumo de antibióticos, estilo de vida y dieta) con repercusiones importantes sobre el binomio salud/enfermedad (figura 1).
Existen numerosas patologías que se han asociado a cambios en la microbiota intestinal, generalmente digestivas, como diferentes tipos de diarrea, la enfermedad inflamatoria intestinal, los trastornos funcionales digestivos o la colitis pseudomembranosa. También se ha involucrado su alteración con enfermedades alérgicas, infecciosas o metabólicas, como la obesidad. En una reciente y excelente revisión se han relacionado las disbiosis microbianas con, al menos, 105 enfermedades (figura 2).
Sin embargo, esta asociación no implica necesariamente causalidad, pudiendo ser estos hallazgos consecuencia de la propia enfermedad, y muchos de los trastornos de la microbiota hallados en estas enfermedades pueden ser propios de ellas. En definitiva, no sabemos si la disbiosis es la causa o la consecuencia de la enfermedad (figura 3).
Por ese motivo, y como comentan en un artículo de revisión Robles y Guarner, para establecer un papel etiológico se precisan estudios de intervención y seguimiento con restauración de la diversidad o composición perdidas. Las terapias con probióticos/prebióticos pueden optimizar la relación de simbiosis entre la microbiota y el hospedador, y su uso adecuado está cada vez más establecido en la práctica médica habitual de los profesionales sanitarios.
En conclusión, posiblemente, en un futuro podamos dar respuestas sobre el verdadero papel de la microbiota en muchas enfermedades, y el empleo racional de probióticos, prebióticos y simbióticos ayude a mejorar el estado de salud de nuestra población.
Bibliografía
- Robles-Alonso V, Guarner F. Progreso en el conocimiento de la microbiota intestinal humana. Nutr Hosp. 2013; 28(3): 553-7..
- Rojo D, Méndez-García C, Raczkowska BA, Bargiela R, Moya A, Ferrer M et al. Exploring the Human Microbiome From Multiple Perspectives: Factors Altering Its Composition and Function. FEMS Microbiol Rev. 2017; 41 (4): 453-78.
- Round JL, Mazmanian SK. The gut microbiota shapes intestinal immune responses during health and disease. Nat Rev Inmunology. 2009; 9(5): 313-23.