Es bastante sorprendente, pero la microbiota intestinal humana también parece ser un nexo clave para entender algunas relaciones entre dieta y riesgo cardiovascular.
El óxido de trimetilamina (TMAO) es un metabolito aterogénico y sus niveles elevados en plasma predicen situaciones de riesgo cardiovascular grave, como el infarto de miocardio o la muerte por enfermedad cardiovascular. Así lo demuestran los datos epidemiológicos acumulados por Wilson Tang y colaboradores en el seguimiento de 4.000 pacientes investigados por enfermedad coronaria y seguidos durante tres años (Tang et al, N Eng J Med. 2013). El hígado humano genera TMAO por oxidación de la trimetilamina, pero la trimetilamina no deriva del metabolismo humano ni está presente en la dieta. La trimetilamina se produce por la degradación bacteriana de fosfatidilcolina (lecitina, abundante en el huevo) o de carnitina (abundante en productos cárnicos), y posteriormente se oxida en el hígado humano a TMAO.
La simple ingesta de dos huevos duros (lecitina) o de un bistec (carnitina) incrementa rápidamente los niveles plasmáticos de TMAO en individuos sanos, y este incremento no se observa cuando la ingesta se realiza durante el tratamiento con antibióticos (ciprofloxacina y metronidazol), según publican los autores de estos estudios (Tang, N Eng J Med. 2013 y Koeth, Nat Med. 2013), que demuestran que la presencia de algunos grupos bacterianos sensibles a los antibióticos es necesaria para que se genere el metabolito aterogénico. Y hay otro detalle interesante, la producción de TMAO tras la ingesta de carnitina no se produjo en un individuo de dieta vegetariana estricta (vegano), aun sin toma de antibióticos, sugiriendo que existe una adaptación de la microbiota intestinal a los hábitos dietéticos: en los individuos que nunca consumen carne ni huevos no está presente la red metabólica que da lugar a TMAO a partir de carnitina o lecitina.
La solución del problema podría consistir en tomar antibióticos antes de desayunar unos huevos fritos, o pasarse al grupo de veganos, que no consumen productos cárnicos ni tampoco alimentos de origen animal (lácteos y huevos). Ninguna de estas soluciones parece idónea para todo el mundo, y además la idea de tomar antibióticos no garantiza los resultados, ya que es fácil predecir que con el tiempo aparecerían cepas productoras de trimetilamina con resistencia a los antibióticos. Todo apunta a que tendremos que aprender a intervenir en las redes metabólicas del ecosistema intestinal, bien introduciendo bacterias probióticas que consuman o metabolicen la trimetilamina evitando así su absorción, o bien antagonizando sus redes de producción y desviando el metabolismo de la carnitina y la lecitina hacía otros productos, como ocurrió en el individuo vegano, pero sin necesidad de cambiar de “religión” en lo que a dieta se refiere.