Varios estudios han descrito el impacto de tratamientos farmacológicos (más allá de los antibióticos) sobre la composición bacteriana de nuestra microbiota. En este artículo repasamos algunos ejemplos.
Es obvio que los medicamentos antibacterianos afectan la composición y funciones de la microbiota intestinal humana, pero también hay evidencias que demuestran el impacto de otros fármacos. Una revisión reciente confirma que los inhibidores de la bomba de protones incrementan la diversidad de especies en muestras fecales y modifican la composición bacteriana, sobre todo por aumento de especies de origen oral como los estreptococos y las fusobacterias1. El impacto clínico de estos cambios en la microbiota no es evidente, aunque se admite que pueden favorecer complicaciones como la diarrea por Clostridium difficile en el caso de pacientes hospitalizados que reciben antibióticos a la vez que inhibidores de la bomba de protones.
La metformina también induce cambios en la microbiota intestinal que parecen explicar su mecanismo de acción: se corrigen los efectos disbióticos de la diabetes de tipo 2 al incrementar la diversidad bacteriana y la proporción de especies productoras de ácidos grasos de cadena corta, especialmente butirato2. También se incrementa la abundancia de enterobacterias, que se han relacionado con la incidencia de diarrea como uno de los principales efectos secundarios de la metformina. Hay datos experimentales que sugieren que los edulcorantes artificiales tienen efectos negativos sobre la microbiota intestinal, que se reproducirían en humanos si se consumieran a dosis muy altas3. Se han descrito también efectos de algunos AINE (naproxeno), antidepresivos tricíclicos y analgésicos opioides, que consisten en incremento de la abundancia de enterobacterias y enterococos, pero su impacto clínico no está aclarado1.
Con todo, los efectos realmente relevantes en clínica se asocian al uso de antibióticos. Se han descrito situaciones de mono-dominancia de una o muy pocas cepas tras la ingesta de un antibiótico4, es decir inhibición de múltiples especies y sobrecrecimiento de muy pocas por su resistencia genética. Se demuestra así que el sobrecrecimiento de especies resistentes puede generar situaciones de bajísima diversidad bacteriana que condicionan mala recuperación del equilibrio ecológico previo. También es muy llamativo el hecho de que los antibióticos generan un perfil disbiótico muy parecido al que se asocia a las enfermedades inflamatorias crónicas no transmisibles de la sociedad contemporánea5. Se observa pérdida de especies fermentadoras y productoras de ácidos grasos de cadena corta, y sobrecrecimiento de oportunistas de estirpes enterobacterianas o fusobacterianas, con capacidad de adherirse a la mucosa y generar inflamación.
Es muy importante insistir en que el uso de probióticos apropiados junto al tratamiento antibiótico evita o limita la inducción de estados disbióticos durante la toma de antibióticos6-8.
Bibliografía
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