¿Podemos usar con seguridad probióticos en todos nuestros pacientes?

Pese a ser considerados seguros, como microorganismos vivos que son, las principales preocupaciones en relación al uso de probióticos están en relación con fenómenos de translocación, bacteriemia y sepsis, así como de transferencia de resistencia a antibióticos en determinadas poblaciones más vulnerables. ¿Qué evidencia hay al respecto?

El uso de los probióticos se ha extendido los últimos años gracias a su demostrada eficacia, tanto para el tratamiento como para la prevención de determinadas enfermedades. Sin embargo, la asunción de su efecto sobre la promoción de la salud no exime de estar alerta sobre su perfil de seguridad, sobre todo teniendo en cuenta que, en ocasiones, su uso, establecido en base a estudios en población general con patología leve, puede no ser extensible a población hospitalizada o expuesta al tratamiento con inmunosupresores, ancianos, etc.

Los probióticos son considerados alimentos funcionales, es decir, aquellos que, además de aportar los nutrientes recomendados, ejercen efectos beneficiosos sobre una o más funciones del organismo, fomentando la salud y reduciendo el riesgo de enfermedad. Su regulación se rige por el reglamento comunitario europeo (CE, n.º 1924/2006) según la normativa de la EFSA (The European Food Safety Authority) como suplementos nutricionales, o bien siguiendo las directrices de la EMA (European Medicines Agency) y las agencias estatales, como fármacos. Los requerimientos de la EMA son mucho más estrictos, debiéndose demostrar no sólo datos de eficacia mediante ensayos clínicos, sino también de seguridad y vigilancia post-comercialización.

La gran mayoría de los probióticos utilizados pertenecen a las especies bacterianas Lactobacillus y Bifidobacterium, y a las levaduras del género Saccharomyces. Otras cepas probióticas incluyen Streptococcus, Enterococcus, y Bacillus. Todos ellos son considerados seguros (estatus GRAS o Generally Recognized As Safe, según la Federal Food Drug and Cosmetic Act).

La FAO/WHO recomienda la realización de tests de resistencia a antibióticos, producción de toxinas y actividad metabólica previos a su comercialización, así como estudios epidemiológicos post-comercialización. Como microorganismos vivos que son, las principales preocupaciones en relación al uso de probióticos están en relación con fenómenos de translocación, bacteriemia y sepsis, así como de transferencia de resistencia a antibióticos.

Con respecto al riesgo de bacteriemia, se han reportado diversos casos de bacteriemia y sepsis en relación con su uso, lo que da pie a pensar que, como bacterias, tienen capacidad de translocación, si bien parece que este fenómeno solo tendría lugar en casos de pacientes críticos, como puso de manifiesto un estudio publicado en Lancet en 20081, en el que a casi 300 pacientes con pancreatitis aguda severa se les administró un mezcla de probióticos frente a placebo, observándose una mayor mortalidad en aquellos que recibieron probióticos. Los casos reportados en la literatura en relación a bacteriemia, sepsis o incluso endocarditis ponen de manifiesto que se trataba de pacientes de edad anciana, con diversas comorbilidades e inmunosupresión.

La detección de algunas especies de Lactobacillus procedentes de productos alimentarios con resistencia a antibióticos hizo saltar las alarmas sobre la posibilidad de transferencia de los genes que confieren resistencia a antibióticos entre flora saprofita y flora patógena. Sin embargo, parece que este tipo de resistencia sería natural y no conferida a través de plásmidos. Existe controversia sobre el tema, ya que los resultados in vivo e in vitro son discordantes.

Por tanto, parece que el uso de probióticos es seguro en población general, si bien su uso en pacientes críticos o expuestos a inmunosupresión severa debe ser realizado con cautela, ya que se han descrito casos de infección en esta población de riesgo.

Lecturas recomendadas

Guarino A. Probiotic Bacteria and their effect on human Health and well-being. World Review on Nutrition and Dietetics, 2013.

Sans M. Probiotics for inflammatory bowel disease: a critical appraisal. Dig Dis. 2009; 27 (Suppl 1): 111-4. doi: 10.1159/000268130. Epub 2010 Mar 4.

 

Bibliografía

  • Besselink MG, van Santvoort HC, Buskens E, Boermeester MA, van Goor H, Timmerman HM et al. Probiotic prophylaxis in predicted severe acute pancreatitis: a randomised, double-blind, placebo-controlled trial. Lancet. 2008; 371(9613): 651-9. Epub 2008/02/19.
Fecha de última modificación del artículo: 30/06/2014
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