Un artículo del Journal of Family Practice recomienda acompañar los tratamientos antibióticos con probióticos para prevenir las diarreas.
Bajo este título, Blake Rodgers, Anne Mounsey (University of North Carolina) y Kate Kirley (University of Chicago) publican un interesante artículo en el Journal of Family Practice. El artículo está planteado como una revisión de la investigación reciente que tiene implicaciones y sugiere un cambio de actitudes en la práctica médica diaria, dentro del tono habitual de un apartado específico (PURLs) de dicha revista médica. Literalmente, el artículo destaca el siguiente «PRACTICE CHANGER: Recommend that patients taking antibiotics also take probiotics«.
La diarrea asociada al uso de antibióticos es una entidad clínica poco reconocida en los manuales de medicina, a pesar de que el consumo de antibióticos es universal. Prácticamente nadie en la sociedad desarrollada puede decir que no ha tomado nunca antibióticos. Un estudio multinacional indica que el 72% de los niños en edad preescolar de Europa y Norteamérica han recibido al menos una vez tratamiento con antibióticos, y la media en ese 72% que han recibido antibióticos es de 2,2 tratamientos por niño y año (Rossignoli et al., Eur J Clin Pharmacol. 2007). El sur de Europa y Norteamérica reúnen las tasas más altas de prescripciones extrahospitalarias de antibióticos, en comparación con los países del norte de Europa. Por ejemplo, los datos indican que en España cada día unas 840.000 personas toman una dosis de antibióticos en el medio extrahospitalario, y esta cifra diaria es de 7,5 millones de personas en los Estados Unidos(Goossens et al., Clin Infect Dis. 2007).
La tasa de efectos secundarios y complicaciones es relativamente baja, pero alrededor del 17% presentan diarrea definida clínicamente (más de tres deposiciones líquidas o blandas sobre el hábito normal) y de gravedad variable. El extremo más preocupante es la diarrea por Clostridium difficile que azota especialmente a Estados Unidos y Canadá, que vieron doblar la mortalidad por esta entidad desde 2002 a 2009 (Rodgers et al., J Fam Practice. 2013).
El uso de probióticos junto al tratamiento antibiótico reduce significativamente este tipo de complicaciones, y el metanálisis de JAMA no deja ninguna duda al respecto. Los probióticos reducen el riesgo a la mitad, con nivel de evidencia 1A y, por tanto, grado de recomendación A, que es el máximo (Hempel et al., JAMA 2012). No todos los probióticos han funcionado para esta indicación y conviene consultar las guías clínicas (WGO), pero los probióticos ya deben ser parte de nuestra rutina a la hora de recetar antibióticos.
Bibliografía
- Goossens H, Ferech M, Coenen S, Stephens P. Comparison of outpatient systemic antibacterial use in 2004 in the United States and 27 European countries. Clin Infect Dis. 2007; 44(8): 1091-5.
- Hempel S, Newberry SJ, Maher AR, Wang Z, Miles JN, Shanman R, Johnsen B, Shekelle PG. Probiotics for the prevention and treatment of antibiotic-associated diarrhea: a systematic review and meta-analysis. JAMA. 2012; 307(18): 1959-69.
- Rodgers B, Kirley K, Mounsey A. PURLs: prescribing an antibiotic? Pair it with probiotics. J Fam Pract. 2013; 62(3): 148-50.
- Rossignoli A, Clavenna A, Bonati M. Antibiotic prescription and prevalence rate in the outpatient paediatric population: analysis of surveys published during 2000-2005. Eur J Clin Pharmacol. 2007; 63(12): 1099-106.