Probióticos
Una vez demostrado el hecho de que la microbiota es un factor necesario para el desarrollo y homeostasis del sistema inmune, tanto local como sistémico, junto con su papel en la modulación del mismo, se ha planteado la posibilidad de que los probióticos -microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del consumidor (Guarner y Schaafsma, 1998)- sean capaces de estimular el sistema inmune o reducir la respuesta en función de la necesidad del individuo. En diferentes estudios, tanto en animales como en humanos, distintas cepas de microorganismos probióticos han demostrado su capacidad para modular respuestas inmunológicas cuando son administrados por vía oral. Los probióticos son capaces de producir una estimulación de la inmunidad innata y de la inmunidad adquirida o específica, confiriendo al huésped un aumento potencial en la resistencia a microorganismos patógenos (Cross, 2002), o bien pueden inducir una inhibición del sistema inmune en situaciones de hiperestimulación del mismo. Los mecanismos a través de los cuales los probióticos interactúan con la inmunidad del huésped pueden agruparse a nivel molecular en tres categorías: inhibición de patógenos, homeostasis de la mucosa y efecto inmunomodulador.
La inhibición de patógenos consiste en la competencia directa que establece el probiótico con otros patógenos por la adherencia al epitelio intestinal, junto con la producción de sustancias antibacterianas, como son el ácido láctico y las bacteriocinas.
En relación a la homeostasis de la mucosa, los probióticos actúan inhibiendo expresión de genes proinflamatorios a nivel de las células epiteliales de la mucosa. Por otro lado, favorecen el “efecto barrera” intestinal al inducir la síntesis de mucinas (Mack, Ahrne et al., 2003) , o favoreciendo las tighjunctions, uniones intercelulares laterales fundamentales para el mantenimiento del citado efecto barrera (Ukena, Singh et al., 2007) .
Por último, se ha demostrado el papel de cepas probióticas como inmunomoduladoras de la respuesta inmune de la mucosa al aumentar la secreción de citocinas proinflamatorias.
A nivel clínico, se han utilizado los probióticos con el objetivo de mejorar las infecciones adquiridas por vía gastrointestinal. De esta forma se sabe, por ejemplo, que la administración de distintas cepas de Lactobacillus mejora la evolución de la diarrea infecciosa en niños, producida en la mayor parte de los casos por rotavirus, disminuyendo el tiempo la duración y la frecuencia de la diarrea, así como el tiempo de hospitalización (Van Niel, Feudtner et al., 2002).
Otro ejemplo de gran importancia clínica es el empleo de probióticos como profilaxis para disminuir la diarrea por Clostridium difficile. Existe un metaanálisis (Johnston, Ma et al., 2012) en el que se demuestra que la profilaxis con probióticos disminuye la incidencia de diarrea por Clostridium difficile,aunque de forma discreta, y sin aconsejar una cepa concreta, si bien se observan buenos resultados con S. boulardii y con una mezcla de cepas de L. acidophilus y L. casei.
Una aplicación muy útil, aunque todavía en fase de desarrollo, consiste en el empleo de probióticos como agentes potenciadores de vacunas, aprovechando sus efectos en el aumento de células B secretoras de inmunoglobulinas específicas y de Ig A en suero. Un ejemplo ha sido el empleo de Lactobacillus GG como potenciador de la vacuna contra el rotavirus, que ha demostrado favorecer la seroconverión (Isolauri, Joensuu et al., 1995). De Vrese et al. apreciaron un aumento significativo de los anticuerpos neutralizantes al combinar L. rhamnosus GG y L. paracasei CRL431 junto con la vacuna atenuada oral del virus de la polio (de Vrese, Rautenberg et al., 2005) .
Las enfermedades alérgicas, entre las que se incluyen la alergia alimentaria, la dermatitis atópica o el asma, son reflejo de una exacerbada e inadecuada respuesta inmune local y/o sistémica en las que pudiera existir un nicho terapéutico para el uso de probióticos, dado el efecto inmunomodulador. Se han empleado diferentes cepas, fundamentalmente de Lactobacillus y Bifidobacterium, aunque por el momento es necesaria más evidencia para recomendar su empleo sistemático (Ozdemir, 2010) .
Como conclusión, es interesante resaltar el papel del sistema inmune de las mucosas como órgano inmune implicado tanto en respuestas inmunológicas de rechazo frente a agresiones externas como en la tolerancia a elementos de la dieta o la propia flora.
En el desarrollo de este tejido inmune que tapiza el tubo digestivo es fundamental el papel de primado que ejerce la microbiota intestinal, sin cuya estimulación los órganos inmunocompetentes permanecerían atróficos tanto a nivel local como sistémico. Emerge un lugar de aplicación potencial (y en algunos casos, ya real) de los probióticos como moduladores del sistema inmune, ayudando tanto a la prevención como al tratamiento de distintas enfermedades infecciosas y alérgicas.
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