Analizar la microbiota intestinal y su repercusión en la práctica clínica. ¿Tiene algún sentido en la actualidad?

La integración de las tecnologías “ómicas” al estudio del microbioma humano ha dado un gran impulso a la Medicina Personalizada de Precisión y su posible traslación a la práctica clínica, ofreciendo nuevas esperanzas en la prevención y el manejo de diversas enfermedades, como ya comentamos en un post anterior.

Sin embargo, ya advertíamos que, de momento, no existen instrumentos validados para el uso rutinario del estudio de la microbiota intestinal en la clínica, aunque, como explica el profesor Juan Miguel Rodríguez, catedrático del Departamento de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid, ya hay algunos ejemplos de estrategias para intervenir en la estructura y la funcionalidad del microbioma:

  • Haberman Y et al. han observado que, en la enfermedad de Crohn, los pacientes que tienen en su microbiota ileal un aumento de proteobacterias y una reducción de firmicutes evolucionan peor, por lo que podría ser un biomarcador de riesgo.
  • Se ha propuesto también a la microbiota como biomarcador diagnóstico de la enfermedad celiaca en las personas genéticamente predispuestas al observar una inversión de ratio Lactobacillus-Bifidobacterium / Bacteroides-E. coli, que provocaría una disbiosis que podría estar relacionada con la presentación de la enfermedad.
  • Se ha descrito que aquellas personas con sobrepeso responden mejor a una intervención dietética si poseen una microbiota rica en Akkermansia muciniphila y Prevotella, y una microbiota intestinal con una mayor diversidad.
  • Por último, también se ha empezado a emplear para valorar respuestas al tratamiento, sobretodo en pacientes oncológicos, en casos de cáncer de colon y melanoma.

Sin embargo, el Prof. Rodríguez, nos advierte también de que al secuenciar y analizar el microbioma podemos encontrarnos una serie de limitaciones:

  1. Contaminaciones que al secuenciar el microbioma han provocado errores de bulto, como la creencia (no confirmada) de la existencia de bacterias beneficiosas en la placenta o el SNC.
  2. Cuando analizamos ADN (metagenómica), ARN (transcriptómica), proteínas (proteómica) y metabolitos (metabolómica), con frecuencia no sabemos que es lo que encontramos y qué función tiene: ADN de microorganismos muertos, ácidos nucleicos aislados, genes, etc.
  3. Por último, disponemos de gran cantidad de datos para unos programas bioinformáticos que deben realizar análisis muy complejos y especializados, pero, realmente, ¿sabemos qué queremos analizar?

Estos hallazgos contrastan con la enorme popularidad con que han aparecido en el mercado numerosos laboratorios bajo epígrafes como “Adquiere tu test de microbioma” o “Análisis de la disbiosis intestinal”, y ofertan “Estudios analíticos aplicados a la clínica” (todos deberían serlo) para tratar enfermedades como trastornos del comportamiento, fatiga crónica, cefaleas, insomnio, disfunción inmune, dolor de articulaciones y otros, como si corregir la disbiosis con probióticos curara todos los males.

Creo que es un flaco favor el que están haciendo estas empresas y profesionales a la verdadera evidencia científica que hay detrás del mundo de la microbiota y los probióticos. Por ese motivo, hoy en día deberíamos huir de los laboratorios que nos quieren secuenciar el microbioma como método diagnóstico y reservarlo para fines de investigación. Además de resultar excesivamente caros, carecen de utilidad clínica por el momento.

Expertos en el tema como el Dr. Francisco Guarner, coordinador de este blog, afirman que “no hay datos suficientes sobre los patrones de normalidad de la microbiota para poder dar recomendaciones o tomar decisiones relacionadas con la salud a partir de estos análisis del microbioma. Cuando analizas la microbiota dominante de una persona encuentras entre 200 y 300 especies distintas de bacterias, muchas de ellas propias de ese individuo, no comunes a otros; pero si miras un poco más a fondo, en la microbiota no dominante, puedes encontrar entre 1.000 y 1.200 bacterias distintas, así que el hecho de que te analicen diez, veinte o treinta grupos de bacterias, que es lo que hacen los análisis comerciales existentes, no tiene ninguna utilidad, no permite hacer ningún diagnóstico ni ofrecer consejo médico con garantías. Si aún no conocemos los patrones normales de microbiota, no se puede aconsejar cómo mejorarla”.

En el mismo sentido se dirige la opinión de Martin J. Blaser, director del Human Microbiome Program, que refiere con ironía que “Obtienes tal cantidad de datos que básicamente no pueden ser interpretados. Seguramente harás feliz a gente que con tu dinero te los interprete”.

Quisiera terminar este post haciendo referencia al efecto Dunning-Kruger, publicado en un artículo de 2009, que puede aplicarse a la realización de nuevas técnicas diagnósticas, como puede ser el análisis del microbioma, y que puede ser representado en las curvas de adopción y éxito tecnológicos (figura 1). En él, los autores sugieren que las personas tienden a tener una opinión demasiado favorable de sus capacidades en muchos ámbitos sociales e intelectuales y esta sobreestimación se produce, en parte, porque las personas poco hábiles en estos dominios sufren un doble efecto: no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les priva de la capacidad cognitiva necesaria para darse cuenta de ello. Paradójicamente, la mejora de las habilidades de los participantes, y por tanto el aumento de su competencia, les ayuda a reconocer las limitaciones de sus capacidades.

En conclusión, hay que recordar que, de momento, sólo deberíamos emplear el estudio de la microbiota intestinal para fines de investigación y no para el uso rutinario en clínica como un instrumento diagnóstico de múltiples enfermedades, y menos con un fin terapéutico para ellas. Quiero insistir en ello porque son muy numerosas las preguntas que nos hacen a este respecto los profesionales sanitarios en los eventos científicos, y cada vez es más frecuente encontrarnos con pacientes y familiares que acuden a nuestras consultas aportando el análisis de su microbioma (por cierto, nada económico) con toda la buena intención del mundo y que, desgraciadamente, no suele proporcionar ningún beneficio para sus dolencias.

Figura 1. Curvas de adopción y éxito tecnológicos: efecto Dunning-Kruger. En la figura se puede observar cómo, por ejemplo, un profesional sanitario novato puede adecuar una nueva técnica diagnóstica (en este caso, el análisis del microbioma) con fines diagnósticos/terapéuticos y, seguramente, con conclusiones erróneas y toma de decisiones desafortunadas. Según va avanzando en su conocimiento, va reconociendo las limitaciones de sus capacidades y utilizando “mejor” la prueba diagnóstica.

Tomado con autorización del Dr. Rafael Gonzalez, médico adjunto de UCIP del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y adaptado de Kruger&Dunning, Psychology, 2009.

Bibliografía

  • Blaser MJ. Missing microbes: how the overuse of antibiotics is fueling our modern plagues. New York: Picador, 2015.
  • De Filippis F, Vitaglione P, Cuomo R, Canani RB, Ercolini D. Dietary interventions to modulate the gut microbiome. How far away are we from Precision Medicine. Inflamm Bowel Dis. 2018. DOI: 10.1093/ibd/izy080.
  • Guarner F. La última moda inútil en salud: secuenciar la flora intestinal. https://www.lavanguardia.com/vida/salud/20180907/451682454932/analisis-adn-flora-intestinal-dieta.html
  • Haberman Y, Tickle TL, Dexheimer PJ, Kim MO, Tang D, Karns R, et al. Pediatric Crohn disease patients exhibit specific ileal transcriptome and microbiome signatures. Journal of Clinical Investigation. 2014; 124: 8.
  • Kruger J, Dunning D. Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessments. 2009; 1: 30-46.
Fecha de última modificación del artículo: 19/05/2021
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